jueves, 13 de agosto de 2009

Aún hay tiempo...

El Antártico ya no tiene capacidad para absorber dióxido de carbono. Pierde la batalla contra el cambio climático y esta condición empeora el efecto invernadero.
Todos sabemos que el Antártico corresponde al polo sur del mundo y que es el responsable de recibir hasta el 15% de las emisiones de dióxido de carbono del mundo, lo que lo convierte en el mayor receptor de gases tóxicos del planeta, que se depositan en el fondo de sus aguas. O sea, que este océano es un importante regulador climático.
Sin embargo, desde 1981 y debido a los fuertes vientos en la zona, causados por el notable aumento de las temperaturas, el Océano Antártico ha dejado de absorber en gran medida el dióxido de carbono producido por la movilización industrial del mundo, cuyas emisiones han aumentado 40% en los últimos 10 años y ha comenzado a devolverlo a la atmósfera.
Esto tiene un terrible efecto en la lucha contra el cambio climático y sus consecuencias comienzan a sentirse. Los mares y océanos han comenzado a saturarse. Esto es grave. El progresivo calentamiento del Océano Antártico podría traer como resultado la desaparición del hielo flotante que no sólo afectará el nivel de los mares sino que también contribuirá a la desaparición, a la extinción de las especies animales que aún quedan sobre este pedazo helado del planeta. Nadie esperaba que esto ocurriera con tal rapidez. En vez de derretirse de manera gradual como un cubo de hielo en un día caluroso, el hielo disminuye de manera vertiginosa. Las emisiones de gases de los automóviles y de la industria, calientan el clima. La mayoría de los glaciares alpinos podría desaparecer para finales de siglo. Los pequeños glaciares que salpican los Andes y el Himalaya, un poco más. El destino de muchos glaciares alpinos parece irreversible. Países como Bolivia, perú e India, dependientes del aguanieve de los glaciares para la irrigación de sus campos, la bebida y la producción de energía, podrían quedar desamparados.
Si se derrite el hielo de Groenlandia y la Antártida, mares crecientes podrían inundar cientos de miles de kilómetros cuadrados -gran parte de La Florida y los países bajos- Esto obligaría a millones de seres humanos a dejar sus hogares. Porque el clima del planeta, casi ha llegado al grado de temperatura en que puede darse un gran aumento en el nivel de los mares, pero aún tenemos tiempo de detener el cambio climático si reducimos de manera drástica el consumo de gasolina, petróleo y carbón, causantes del calentamiento.
Son noticias tristes. Pero aún podemos hacer algo. Y reconocerlo ahora, merece una sonrisa.


(Datos tomados
de Ultimas Noticias, mayo 2008)

martes, 4 de agosto de 2009

Génesis.

Y al séptimo día
descansó mi Padre
luego de haber hecho
Su obra maestra,
y vio que era bueno,
las verdes colinas bajo el cielo abierto,
las flores, los frutos, el agua, los pasos
enhiestos del hombre que pisaba el suelo.

Una brisa limpia venía de los valles
y corrían riachuelos con fresco murmullo
de abundancia y gloria.
Pero decidimos cambiarnos la historia
poniéndole marcas a la geografía,
cortamos con lanzas de guerra sombría
y límites necios
Su espacio perfecto,
pusimos colores distintos al mapa
demarcando áreas, fabricando escudos,
agregándole horas a su calendario
que estaba completo.

Y vino el Hermano Mayor. Y Su sangre
vertió por salvarnos.
Más, quedamos ciegos.

Y pasaron siglos.
Y estamos alzando las manos, en busca
de los enemigos
que hicimos con ira. Para no enterarnos
de que no está afuera, sino en las entrañas
de nosotros mismos.

Y muere la Tierra
calcinada en llamas
de nuestro egoísmo.

Yo te clamo, Padre,
y te pido ahora
que si en este mundo queda un sólo justo,
alguien que te ame y aún te respete,
alguien que aún honre la sangre preciosa
de tu Hijo Grande,
que muevas tus ojos de misericordia
y nos limpies pronto
para que así cese la pelea monstruosa
que está ensangrentando
las cuencas vacías.

Y vuelva Tu reino.

miércoles, 29 de julio de 2009

Muere.


Gime bajo mis plantas,
se retuerce,
no le basta mi riego
esperanzado;
mi fervor de rutina
no humedece
la vida que insensible
se le escapa.

En su cuerpo, los huecos
horadados
acuchillan marchitas
las semillas,
y los besos que pide se le niegan
sin piedad, de otros labios
agrietados.

Muere la Tierra. Mientras velo
y siembro
otros destrozan con el hacha
fiera
la fe del fruto, que en su lecho
noble
perece, sin llegar
a primavera.

Y arden los campos. En la lontananza
se pierde el trino, muere
el agua viva,
el caudal recio de la estampa
hermosa
y el prado verde, allá
en la lejanía.

Asisto, con mi llanto
defraudado,
a este sepelio colosal
del día.

lunes, 22 de junio de 2009

Pensemos...

La población mundial es de más o menos 6.500 millones de personas. Si todos nos tomáramos de las manos, formaríamos una fila veinte veces más larga que la distancia entre la Tierra y la Luna.
¡Qué lindo sería entonces unir manos y voces a través de las naciones, elevar plegarias con las manos unidas en un sólo idioma universal: " la sonrisa"... para pedir al Creador que perdone el daño que hemos causado con nuestra mal usada inteligencia a la hermosa Tierra que nos dio para señorear y amar!
Así, aún estaríamos a tiempo de salvar el mundo que nos entregó.

Basta.



¿Hasta dónde vamos a llegar?... ¿qué tanto deseamos destruir la naturaleza?... Dios colocó al hombre en La Tierra para que la labrara y la guardase, es decir, para que la cuidara. "Produzca La Tierra hierba verde, hierba que dé semilla, y árbol de fruto que dé según su género. Que su semilla esté en él, sobre La Tierra" (Génesis 1.11)
Y luego, en Génesis 1.26 dice: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra y en todo animal que se arrastre sobre la tierra.
"Señoree el hombre" dijo Dios. Y todos sabemos que "señor" es el dueño de una cosa y que como dueño protege, cuida, guarda. Intentémoslo. El mundo fue hecho de forma perfecta, todo lo que produce la tierra es necesario, todo tiene su propósito. Sólo tenemos que cuidarlo.

sábado, 13 de junio de 2009

Magia.

Allí estabas de nuevo, tentándome, y yo no podía o no quería resistirme a tu fascinación. "Siente la diferencia", me decías, y te tomé en mis manos. Tu tenue fragancia invadió mi espacio, y con deleite dejé que recorrieras todo mi cuerpo con la suave blancura de tu fluidez.
Mis veinte años dormidos se alzaron impetuosos y corrí de cara al viento, el largo pelo suelto, ondeante, oscuro y salvaje... desafiante.
La falda vaporosa se alzaba impúdica, el corpiño ciñéndome el busto con pequeñas rosas de encaje, mis brazos torneados, adornados, suaves; mis pies coquetos, calzados con altas sandalias que sonaban sobre el pavimento.
Llené de mi seguridad la plaza del pueblo, y al pasar por sus veredas rostros admirados se volvían a verme porque la belleza de mi sonrisa era contagiante.
Y así ataviada dancé, di vueltas sobre mí misma oyendo una orquesta que tocaba en mi honor. La luna me acariciaba con delicadeza para no molestarme. La acera se suavizaba para mis pies.
El ímpetu enérgico de mi juventud, abriéndose camino al verme linda, con mi traje azul de rosas y el hormigueo de mi corazón feliz, cubrió las calles con su brillante luz.
Multitud de estrellas me guiñaron los ojos. Allí estaba mi príncipe esperándome. Le permití tomarme de la mano para guiarme entre la gente. Y oí el Danubio Azul.
Me moví con agilidad. Él tomó mi pequeña cintura y bajo las luces artificiales de la plaza transcurrieron las horas sin sentir.
Casi en la madrugada comenzaron a caer las hojas, inesperadamente secas. El suelo se cubrió de su follaje muerto y supe que pronto saldría el sol para disipar la suavidad de tu fluidez.
Lo sentí primero en los brazos, en las arrugas de las manos y luego en los pies cansados. Supe que también estaba en el pelo, en la cara, en todo el cuerpo.
Entonces quise asirme a tí de nuevo pero te había dejado sobre la cama, entre las sábanas, bajo las almohadas.
Y salió el sol con fuerza, arrasando con tu pálida tersura, con el aroma de tu calidez. Sentí el peso de los años engrosando mi cintura. Ví encorvarse dolorosamente mi espalda y ansié de nuevo lo cremoso de tu textura para mojar mi piel.
Los escalones de la plaza vieron entonces desaparecer el hermoso traje que me cubría y mostré al mundo todo el cuerpo marchito y seco de la desesperanza.